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El boudoir (se pronuncia buduar) tiene un origen curioso, era una habitación contigua al baño de los palacios franceses, en donde las damas podían vestirse, es decir, una especie de vestidor moderno…ok, pero ¿cómo se junta con la fotografía?, y es que las mujeres eran asistidas en el proceso de vestirse, por cuanto, otra mujer o varias, veían a la dama y en alguna oportunidad se dibujaba lo que ocurría en el boudoir para contar lo que ocurría en la vida de los nobles, una realidad distante a la gente común. 
En fotografía se llama boudoir a un estilo muy elegante de fotografía en lencería, donde lo primordial es la intimidad…¿tú te atreves?. 

El retrato es el arte de plasmar la figura de una persona y su mundo interior, su propia intimidad, hacer aflorar, por medio de una fotografía toda la historia y estructura de una persona.

Desde los inicios de la fotografía el retrato ha sido uno de los estilos favoritos, normalmente asociado al encargo y a las altas clases sociales, hoy se ha democratizado el acceso a este arte, y cada vez cobra más relevancia gracias a la profundidad de su trabajo y su alcance sicológico en el proceso de autoconocimiento de las personas y esto no se torna una vanidad, esto se transforma en una necesidad.

El desnudo implica el despojarse, no solo de la ropa como medio de cubrir nuestro cuerpo, sino de las ataduras que nos mantienen pegados a un estereotipo, es en este arte donde nos entregamos sin disimulo, sin escapatoria a nuestro propio ser, a nuestros miedos a nuestros temores sociales, y cuando lo vencemos, cuando vencemos ese pudor, nos hacemos verdaderamente libres y pasamos a ser una obra de arte.